El Jardín de Zacarías
En tiempos antiguos, en el Reino de Israel, vivía un hombre llamado Zacarías, un agricultor humilde pero diligente, que cultivaba sus campos en un pequeño pueblo cercano a las colinas de Judá. Zacarías tenía una vida sencilla, pero su corazón siempre anhelaba algo más. Siempre había soñado con tener un jardín magnífico, lleno de árboles frutales exóticos, hierbas raras y flores que nunca se habían visto en su región.
Los sabios de Israel decían que un jardín tan perfecto solo podía ser un regalo de Dios, y Zacarías, inspirado por tales relatos, se convenció de que lograría tener el jardín más hermoso de toda la tierra prometida. Este sueño, sin embargo, no era uno cualquiera, sino un sueño que lo llevaba a dedicar todos sus esfuerzos a la creación de un jardín que representara su grandeza. Dejaba de lado las cosechas, su trabajo diario, y se sumergía en la tarea de plantar nuevas especies, que muchas veces no se adaptaban al clima de la región, pero él se aferraba a la idea de que algún día vería su sueño hecho realidad.
El Consejo de Elías el Sabio
Un día, mientras Zacarías se encontraba trabajando en su jardín, Elías, un anciano sabio que viajaba por las aldeas de Israel, pasó por el pueblo. Había oído hablar de Zacarías y de su ambicioso proyecto de jardín, por lo que decidió visitarlo y ver con sus propios ojos.
Al llegar, Elías encontró a Zacarías plantando una especie de planta que nunca antes había crecido en esa tierra, esperando que la semilla germinara y creciera, a pesar de que las condiciones del suelo no eran adecuadas.
— ¿Qué estás haciendo, Zacarías? —preguntó Elías, observando con atención el esfuerzo del joven.
Zacarías, orgulloso de su trabajo, le explicó su sueño:
— Estoy construyendo el jardín más grande y hermoso que Israel haya visto jamás. Estoy seguro de que, con el tiempo, veré frutos de lo que he plantado. Este será un jardín que será la envidia de todos los pueblos.
El sabio Elías lo miró fijamente y, después de un breve silencio, le preguntó:
— ¿Crees que tu sueño es el más sabio para ti y para tu pueblo, Zacarías?
Zacarías, un poco confundido, respondió:
— ¿Qué quieres decir, sabio Elías? Mi sueño es grande, y estoy invirtiendo todo mi esfuerzo en él.
Elías, con calma, se sentó junto a él y le contó una historia:
— Hace muchos años, un joven de un pueblo cercano soñaba con levantar una torre que llegara hasta el cielo. Se decía que era una torre que demostraría la grandeza del pueblo y la fuerza de su gente. Durante años, la gente trabajó día y noche, construyendo piedra tras piedra, sin descanso. El joven líder veía cómo la torre crecía, pero pronto se dio cuenta de que el proyecto era más ambicioso de lo que las fuerzas del pueblo podían soportar. No solo los recursos se agotaron, sino que la torre comenzó a tambalearse por falta de una base sólida. Al final, la torre se derrumbó, y con ella, muchos sueños y vidas que habían sido gastadas sin consideración.
Zacarías, preocupado, escuchó atentamente, mientras Elías continuaba.
— El joven líder no pensó en la conveniencia de su sueño, en las posibilidades reales de alcanzar su meta. Quería algo grandioso, pero no se dio cuenta de que un objetivo demasiado grande, sin un plan adecuado, puede convertirse en una perdida de tiempo y esfuerzo. Un objetivo alcanzable y sabio no debe sobrepasar los recursos ni la capacidad de quienes lo persiguen.
Zacarías se quedó pensativo, mirando las plantas que había plantado, algunas de ellas ya marchitas por el clima inapropiado.
— ¿Y cómo sé si mi sueño es sabio, Elías? —preguntó finalmente Zacarías.
El sabio respondió con una sonrisa tranquila:
— Un objetivo sabio es aquel que se ajusta a tus posibilidades, que aprovecha tus fortalezas y que está alineado con las necesidades de quienes te rodean. Si tu sueño no solo te beneficia a ti, sino que también puede beneficiar a tu pueblo, entonces es un objetivo conveniente. Un sueño grande no siempre es el mejor, Zacarías. A veces, la sabiduría radica en ser realista y saber cuáles son las metas que se pueden alcanzar con los recursos que tienes. Un jardín que se cultiva con paciencia y sabiduría será más duradero y fructífero que un jardín que se planta con la esperanza de que todo crezca milagrosamente sin tener en cuenta las condiciones del suelo y el clima.
El Cambio de Zacarías
Zacarías, después de escuchar las palabras de Elías, se dio cuenta de que había estado persiguiendo un sueño que no era alcanzable en las condiciones actuales. Su jardín, aunque hermoso en su mente, estaba arriesgando su bienestar y el de su familia. Él había dejado de lado las cosechas que le daban sustento, se había desviado de sus verdaderos compromisos y había malgastado recursos en algo que no tenía futuro. El sabio Elías le había mostrado que un objetivo sabio no es solo grande, sino también práctico y conveniente.
Decidió cambiar su enfoque. Volvió a cultivar los campos con las especies adecuadas para su región, buscando optimizar los recursos que ya tenía. En lugar de plantar especies raras, se concentró en mejorar lo que podía cosechar, y poco a poco, vio cómo su esfuerzo rendía frutos. Además, comenzó a compartir su trabajo con sus vecinos, enseñándoles cómo hacer crecer jardines productivos y útiles para todos.
Con el tiempo, Zacarías logró un jardín más modesto pero saludable, que no solo le dio satisfacción, sino que también contribuyó al bienestar de su pueblo. Su historia se convirtió en un ejemplo de que no todo objetivo debe ser grandioso para ser valioso. A veces, los objetivos más simples y alcanzables son los que realmente marcan la diferencia.
La Lección
Elías, al ver el cambio en Zacarías, se despidió de él con una última enseñanza:
— Recuerda, Zacarías, que un objetivo alcanzable y sabio es aquel que se construye con los recursos que uno tiene, y que está alineado con las necesidades reales de quienes nos rodean. No pierdas tu esfuerzo en sueños que no tienen base sólida. La verdadera grandeza no está en alcanzar lo imposible, sino en saber elegir lo conveniente y lo justo.
Zacarías nunca olvidó las palabras del sabio Elías. A partir de ese día, se dedicó a fijar objetivos que no solo fueran alcanzables, sino también beneficiosos para su familia y su comunidad. Y así, su jardín creció, no de manera desmesurada, sino con sabiduría y paciencia, prosperando de acuerdo a las condiciones de la tierra y de la gente que lo rodeaba.
Lecciones del Cuento:
Los objetivos deben ser alcanzables: No todos los sueños son realizables en las condiciones actuales. Es importante ajustar las expectativas a la realidad.
La sabiduría está en la conveniencia: Un objetivo sabio es el que se adapta a las circunstancias, y que tiene en cuenta los recursos y las necesidades de la comunidad.
No todo objetivo tiene que ser grandioso: La verdadera grandeza está en alcanzar objetivos pequeños pero significativos, que generen un impacto real y positivo.
La paciencia es clave: Los sueños no siempre se logran de la noche a la mañana. A veces, los logros más duraderos se construyen poco a poco, con dedicación y perseverancia.
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