La Torre de Reubén
En los tiempos antiguos, en el Reino de Israel, existía una pequeña ciudad amurallada llamada Bet-El, ubicada entre las montañas de Efraín. En esta ciudad vivía un joven llamado Reubén, hijo de Eliseo, un respetado líder de la comunidad. Reubén era conocido por su gran ambición y su deseo de dejar una huella en la historia de su pueblo. A pesar de su juventud, soñaba con hacer algo grande, algo que fuera recordado por generaciones.
Un día, mientras caminaba por las tierras de su padre, vio desde lo alto de la colina lo que parecía una vasta extensión de terreno aún sin explotar. El terreno era fértil, ideal para plantar, pero algo en su corazón le dijo que podía hacer algo aún más grande. Reubén quería construir una gran torre que se alzara sobre la ciudad de Bet-El, un monumento que representara el poder y la grandeza de su familia.
El Sueño de la Torre
La idea de construir una torre que llegara hasta los cielos pronto comenzó a consumir a Reubén. Él imaginaba una estructura grandiosa, que destacara entre todas las demás ciudades del reino, un símbolo de su ambición y la prosperidad que su pueblo alcanzaría. Sin embargo, a medida que su proyecto tomaba forma en su mente, también lo hacía la incertidumbre. ¿Cómo construiría una torre tan alta? ¿De dónde sacaría los recursos?
A pesar de sus dudas, Reubén sentía que la torre era su destino. Creía que si lograba llevar a cabo este proyecto, demostraría su capacidad y su habilidad para lograr grandes cosas. No necesitaba consultar a nadie, pensaba, ya que su visión era clara y su voluntad firme. Pero no sabía que un proyecto de esa magnitud requeriría más que solo ideas y sueños; necesitaría planificación, recursos, tiempo, y, sobre todo, sabiduría.
El Consejo de Elías el Sabio
Un día, mientras Reubén comenzaba a trazar los planos en su mente, su padre, Eliseo, lo llamó a la casa de campo para hablar con él. Eliseo, hombre de experiencia y sabiduría, había observado la creciente obsesión de su hijo con la torre, y temía que estuviera tomando decisiones precipitadas. Eliseo sabía que Reubén aún no comprendía completamente lo que implicaba tal empresa.
— Hijo mío, he oído tus planes. Me han dicho que deseas construir una torre. Dime, ¿por qué lo haces? —preguntó Eliseo, mirando a Reubén con seriedad.
Reubén, entusiasmado, respondió con fervor:
— Padre, he soñado con esto por años. Esta torre será un símbolo de nuestro poder, una estructura que todos verán y respetarán. Será un monumento eterno para nuestra familia y nuestra ciudad. Nadie en Israel tendrá algo tan grande y grandioso como lo que yo construiré.
Eliseo observó el brillo en los ojos de su hijo, pero sintió una mezcla de preocupación y tristeza. Sabía que la pasión y la juventud podían ser poderosas, pero también podían ser peligrosas si no se guiaban con sabiduría.
— Reubén, tu visión es noble, pero permíteme hablarte sobre algo que aprendí con el tiempo —dijo Eliseo mientras se sentaba junto a él. Construir una torre no es solo cuestión de voluntad o de deseo. Es necesario que todo proyecto sea viable, que se base en una planificación seria, que se ajuste a las condiciones del momento. Tu torre podría ser una hermosa idea, pero hay muchas cosas que debes considerar antes de empezar.
Reubén, impaciente, replicó:
— Pero, ¿quién mejor que yo para hacerlo? Soy joven, tengo energía, y el pueblo me apoyará. Si no empiezo ahora, ¿cuándo lo haré?
Eliseo suspiró profundamente y, mirando a su hijo con cariño, le contó una historia:
— Hace muchos años, un líder de un pueblo cercano, llamado Zedekías, soñó con levantar una gran muralla que rodeara su ciudad. Se decía que esta muralla sería tan alta como los montes de Judá. El líder no consultó a los sabios, no planeó adecuadamente, ni analizó los recursos. Ordenó que se empezara a construir sin detenerse a evaluar el terreno ni la cantidad de materiales necesarios. Al principio, la muralla se alzó con rapidez, pero pronto comenzaron a aparecer grietas. El terreno era más inestable de lo que pensaban, y la falta de materiales de calidad hizo que la estructura comenzara a ceder. Los esfuerzos fueron en vano. La muralla nunca estuvo terminada, y las personas perdieron no solo su tiempo, sino también su fe en el líder.
— ¿Qué puedo aprender de esta historia, padre? —preguntó Reubén, ahora más reflexivo.
Eliseo lo miró con ternura y dijo:
— La lección, hijo mío, es que todo gran proyecto necesita de tres cosas fundamentales: planificación, recursos suficientes y sabiduría para tomar las decisiones correctas. No basta con tener un sueño. Es necesario evaluar si es posible alcanzarlo. Es necesario saber si tienes las herramientas y el tiempo para hacerlo. La pasión y la ambición son valiosas, pero siempre deben ir acompañadas de prudencia y consejo sabio. Tu torre puede ser un gran proyecto, pero si no cuentas con un plan viable, podrías estar gastando esfuerzos y recursos en algo que no podrá ser completado.
El Consejo de los Sabios
Reubén, tras escuchar a su padre, decidió buscar el consejo de los sabios del pueblo. Consultó con los mejores ingenieros, arquitectos y expertos en recursos naturales, pidiendo su opinión sobre la viabilidad de la torre. Los sabios le dijeron que, aunque la idea era impresionante, el proyecto era demasiado ambicioso para las capacidades de la ciudad en ese momento. El costo en tiempo, materiales y esfuerzo sería tan grande que desbordaría las posibilidades de su pueblo, y además, el terreno no era adecuado para sostener una estructura tan alta.
— Es un sueño grande, pero no es el momento adecuado —le dijeron los sabios. Es mejor empezar con un proyecto más modesto, que te permita aprender y construir una base sólida para futuros proyectos.
El Nuevo Proyecto de Reubén
Al principio, Reubén se sintió frustrado. No podía creer que sus sueños tuvieran que ser limitados. Pero a medida que reflexionó sobre los consejos que había recibido, comenzó a entender la importancia de los pasos que había dado. Reconoció que un proyecto viable no solo debía ser grande, sino que debía tener una base sólida, recursos suficientes y un plan a largo plazo.
Reubén decidió entonces iniciar un proyecto más pequeño, pero igualmente significativo: una fortaleza de menor tamaño que rodeara la ciudad y protegiera a su pueblo. Aunque no era la torre de sus sueños, este proyecto era viable. Reubén usó las enseñanzas de los sabios para planificar cada paso con cuidado, y poco a poco, la fortaleza fue tomando forma.
El resultado fue un éxito. La fortaleza se completó en tiempo y forma, y el pueblo prosperó bajo su protección. Años después, Reubén, con la experiencia adquirida, decidió emprender nuevos proyectos, ahora con más sabiduría y prudencia. La torre que un día soñó, la construyó finalmente, pero solo cuando los recursos y las condiciones fueron las adecuadas.
Lecciones del Cuento:
Los sueños deben ser realistas y viables: Aunque la ambición es importante, no se puede perder de vista la capacidad de llevar a cabo un proyecto dentro de las circunstancias presentes.
La planificación es clave: Cada gran proyecto debe ser respaldado por un plan sólido, que contemple los recursos necesarios, el tiempo, y las condiciones del entorno.
Buscar consejo sabio: Es fundamental consultar con personas con experiencia antes de tomar decisiones importantes. El consejo de los sabios puede evitar errores costosos.
La paciencia es una virtud: A veces, los proyectos grandes deben ser pospuestos o adaptados para asegurarse de que sean realmente alcanzables.
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